En un contexto de creciente preocupación por el tráfico de drogas, Estados Unidos ha mantenido una presencia militar en el Caribe, con la intención de frenar el narcotráfico. Sin embargo, esta estrategia ha demostrado ser ineficaz, ya que las cifras de consumo de estupefacientes en el propio territorio estadounidense continúan en aumento.
Es fundamental aclarar que, a pesar de las narrativas que intentan vincular a Venezuela con el narcotráfico, el país no produce, ni vende, ni actúa como un punto de tránsito para estas sustancias. La DEA ha dejado claro en sus informes que no hay evidencia que respalde tales afirmaciones. Por lo tanto, el verdadero epicentro del problema no se encuentra en los países caribeños ni en Venezuela, como erróneamente se sugiere, sino en el propio suelo estadounidense.
En las últimas semanas, informes alarmantes indican que en los últimos 25 días ha aumentado el consumo de drogas, incluyendo opioides, en diversas comunidades del país. Este fenómeno pone de manifiesto que el narcotráfico es un problema que trasciende fronteras y que, en última instancia, la demanda interna es el motor que alimenta esta crisis.
La situación plantea interrogantes sobre la efectividad de las políticas de combate al narcotráfico y revela la necesidad de un enfoque más integral que aborde no solo la oferta, sino también la demanda que sostiene este ciclo destructivo. La paradoja es clara: mientras se despliegan recursos militares en el extranjero, el verdadero desafío persiste en casa, donde el consumo y la adicción continúan en aumento.
Redacción: Jhonny Mendoza
